jueves, 28 de abril de 2011

Vilas, Terranova y la casualidad

   El mes pasado leí dos novelas que permiten trazar ciertos paralelismos interesantes para la evolución de la literatura actual en castellano. Sin embargo, ninguna era reciente: España, de Vilas (DVD, 2008), lleva casi tres años publicada y acaban de sacar una segunda edición visto que se ha agotado la primera (salvo el ejemplar que yo encontré en la FNAC de Sevilla); El caníbal, de Terranova (Baladí, 2010), es del 2002, pero ha sido publicada hace un año en España. Prometo que no puse ninguna intención especial en secuenciar esas lecturas, pero las casualidades que se provocan al leer son parte, seguro, del placer que se siente cuando se descubre cómo un libro te lleva a otro y este a su vez...
   Bien, el caso es que en ambas se cruzan ciertos elementos propios de la narrativa actual: la aparición de recortes, fotos, hiperenlaces, la brevedad de los capítulos... Pero me interesa más destacar sus dos puntos en común: la representación de la realidad y la ironía.
   En el caso del primero debe considerarse que ambas novelas llegan a una misma meta partiendo de presupuestos prácticamente contrarios. La mezcla de realidad y ficción de Vilas consiste en dar por perdida una apariencia de realidad convencional mezclando referencias temporales futuristas y alusiones al presente ("la España de los viajes en trenes de Alta Velocidad" es la de Juan Carlos II, por ejemplo) o desarrollando historias delirantes cuyos protagonistas son personajes reales, incluidos el propio Vilas y su editor.
   En El caníbal, la realidad está conformada por una serie de recortes de periódico reales (la mayoría noticias de sucesos) que son propuestos por un escritor veterano (Villegas) al Terranova personaje como la verdadera literatura que merece la pena leer, pasando a ser el escritor un mero editor de lo que ya forma parte de la realidad aunque cueste creerlo (cualquiera lo diría al leerlos, desde luego, y ahí está la gracia). Aquí, evidentemente, aparenta ser más real la ficción de los personajes que la narración de los periódicos.
   En ambos casos, pues, lo real pierde sentido porque deja de ser creíble, pero también la ficción compuesta de esta manera deja de parecer una simple invención. Evidentemente este juego adquiere cierto valor al burlarse a la vez de la no-ficción y de la ficción tradicional y desenvolverse entre distintos materiales, datos, referencias y alusiones con total libertad, lo que nos lleva a un componente fundamental: la ironía que ambas narraciones despliegan hacia esa realidad difícil de creer o demasiado basta como para querer que sea cierta. Llama la atención, además, que esa ironía aluda tanto al mundillo literario (metaficcionalizando la publicación de los dos libros que tienes entre las manos) como a la realidad cultural, social y hasta política de los dos países en los que fueron escritas. Sobre todo en el caso de España, hay un humor muy fino y mal intencionado que aún no había encontrado en la literatura española y que, desde luego, la hace original y divertidísima.
   Como muestra, dos párrafos:
"España es un país de un cierto nivel alto de prosperidad, a la vez que es un país mediocre. La literatura del Escritor no era consciente de eso. Se comportaba esa literatura como si el Escritor hubiera nacido en Estados Unidos, o en Inglaterra, o en Francia. Su literatura pertenecía a las sociedades en combustión, en ebullición, no a sociedades conspirativas, grises, acabadas, llenas de instituciones, pero no de vida, llenas de oficialidad, pero no de inteligencia crítica."
"Era verdad. Era mentira. La Argentina existe, pero en los diarios. En el lenguaje, en la idea, en el mito. El mito Argentino. ¿Dónde está? ¿Qué quedó de ese mito? El mito de la especulación, el mito del pecado original, el mito de la pampa, el mito del dorado, el cuento del tío, el chanta, el negrero, el que se quiere salvar, el reventado, la plata dulce, la patria viva, viva la patria, viva la pepa, la patria financiera, la patria capicúa, la tierra de los padres, Pedro de Mandoza, Mariano Moreno, San Martín, Sarmiento, Facundo, Martín Fierro, Don Segundo Sombra, los inmigrantes, Perón, mil veces Perón, un millón de veces Perón, el trabajo, el laburo, el yugo, yo no hice la plata trabajando, hacerse la América, hacerse la Europa, hacerse la paja. La muerte. Alfonsín. Menem. De la Rúa. La hiperinflación. La convertibilidad. La deuda. ¿Qué carajo me importa?"
   ¿No es casualidad?
Símbolo del progreso nacional

domingo, 10 de abril de 2011

Lágrimas de Portugal

Cabo Sao Vicente
Ó mar salgado, quanto do teu sal
Sao lágrimas de Portugal!
Quem quer passar além do Bojador
Tem que passar além da dor. (1)
    Mar português. Fernando Pessoa.

   No puedo evitar que entre las noticias de los últimos días una me haya afectado mucho más: la bancarrota de Portugal. No son tiempos para equiparar desastres, pues hay de sobra, pero el sentimiento apremia.
   Portugal es mi casa. Realmente mi patria, si es que existe, ocuparía una buena parte de su territorio. Sé que estoy volviendo a ella cuando paso su frontera, esa raya que apenas separa nada, y sigo sintiendo al hacerlo una emoción particular. A pesar de haberla cruzado más de cincuenta veces. Da igual que sea a través del Duero, el Tajo, el Miño o el Guadiana. Cuando la mayoría solo percibe un cambio en la tipografía de la señalización, las matrículas y el precio de los carburantes yo noto que vuelvo a mi tierra, tanto como cuando veo después de meses los álamos de las riberas del Duero y el Pisuerga.
   ¿Una explicación? Puedo dar razones más o menos comprensibles: allí aprendí a vivir por mi cuenta, me enamoré, y asumí una segunda lengua. Pero hay algo más. Conecto con su literatura, con cierta estética y forma de ser o de comer, con sus palabras... Quizá sea difícil de entender, no lo niego, pero en esto tuvo que haber alguna predestinación o una familiaridad genética perdida: desde que llegué me sentí así. Allí todo parecía más hermoso. Vaya a saber por qué.
   Siento, eso sí, que es un país que la mayoría no valora como debiera, sobre todo en España e incluso en Galicia, con quien la relación es tan estrecha. Una tierra que los extranjeros no han intentado comprender y que los españoles olvidan nada más cruzar esa raya imprecisa entre los montes. Recordarán todos vagamente lo buenos que estaban el pescado y el vino, la arena magnífica o las visitas monumentales, pero poco más.
   Sin embargo, y aparte de la mitomanía a lo Kafka que ahora se despliega con Pessoa, sin duda el mejor poeta de la historia, ¿qué sabemos de José Afonso, de la Revolución de los claveles, de los viajes oceánicos del s. XV, de Eça de Queiroz, de Salazar y su dictadura, de Gil Vicente, de los partidos que tienen representación en su parlamento, de Miguel Torga, de la pronunciación de sus palabras?
   Ahora recorre los diarios el temor de que los bancos españoles se vean afectados por la quiebra del estado portugués. De hecho, el préstamo usurero que va a desangrar a los portugueses servirá en gran parte para cubrir sus fallos. Preocupa que pierdan las mismas empresas españolas que han comprado un buen pedazo de las portuguesas para ampliar mercado. Pero no nos engañemos. Si Portugal ha quebrado ha sido con el empujoncito necesario de todos los demás y, sobre todo, de aquellos a los que beneficia que Portugal sea hoy un país bastante más desigual (y, por lo tanto, empobrecido) que hace veinte años.
   Portugal ya intuía hace tiempo que Europa no los consideraba dignos de su club. Nadie se interesaba por ellos y por eso buscaron el mar, el horizonte. Armaron ruido, pero no fue suficiente. Y eso que sufrieron una de las dictaduras más duras de las que surgieron con el fascismo de entreguerras (que por cierto detuvo y entregó a muchos españoles) y supieron acabar con ella mediante una revuelta de las capas bajas del ejército apoyada por ciudadanos hartos. Ya nadie comenta ese valor único en la historia, como toda la cultura desarrollada de espaldas al continente. 
   Sin embargo, como España, se fue empequeñeciendo y asumiendo los mazazos de los siglos. Desde luego, por culpa de la soberbia e incapacidad de sus dirigentes. Como España, creyó despertar varias veces, a principios y a finales del XX. Pero todo, una vez más, era mentira. Como en España.
   Nuestras fatalidades son hermanas.
A Deus as maos alçamos.
Mas Deus nao dá licença que partamos.
Há doenças piores que as doenças. (2)

lunes, 4 de abril de 2011

Resentidos

   Tomo prestado el que sin duda es uno de los mejores nombres que nunca ha tenido un grupo de rock para referirme a la última novela de Rafael Reig, Todo está perdonado, Premio Tusquets.
   Son resentidos quienes están enojados por algo y, de alguna manera, heridos en su dignidad. En este caso, la "resentida" es una chacha, Rosario Valverde, una criada de las que proliferaron durante la posguerra para servir a la "clase media", solo que en vez de limitarse a actuar como Gracita Morales, desarrolló una peligrosísima conciencia de clase, en parte por herencia familiar. Ella es el personaje que sostiene una trama que no es tan policiaca como parece en un primer momento y de la que ni siquiera Rosario es totalmente protagonista.
   En realidad esta trama consiste básicamente en la historia de una familia ejemplar de las que han dirigido el país desde hace seis o siete décadas, aunque su ejemplaridad se verá trastornada con el cambio de los tiempos, haciendo que algunos de sus miembros tomen caminos imprevistos, salgan rana o desarrollen tremendas insatisfacciones. Así, en un principio pocos días anterior al final, el patriarca de los Gamazo ve cómo llega el fin de su saga en un acto terrorista más bien azaroso y desesperado, fruto precisamente de "la lógica del resentimiento". Sus hijos, finalmente, no han ganado lo que se les prometió.
   Durante la narración se mezclan sin un orden previsto ni proporcional fragmentos de los dos tiempos que la novela recorre: el pasado de siete décadas de los Gamazo (pero sobre todo los años 60 y 70) y la investigación de ese atentado realizada por Carlos Clot durante la Eurocopa de 2008. Para unir estos fragmentos (pues los capítulos son generalmente escenas sueltas) los personajes se repiten, de tal forma que todos los que tienen importancia en la historia actual formaron parte del mismo pasado y, además, deben rendir cuentas con sus errores de entonces, lo que permite cerrar el círculo.
   De esta forma, la novela parece no tener una disposición concreta sino más bien aleatoria. Sin embargo, todos los hechos encajan en una historia que siempre permanece oculta pero es fácil de interpretar y construir para el lector; en la que el fondo de los personajes se revela a partir de momentos muy concretos de sus vidas que los marcan para siempre.
   Pero ¿de dónde ha salido el resentimiento que trastoca la historia íntima y la oficial?
   "Fuera, más allá de la inmensa clase media, sólo había aristocracia decadente y obreros resentidos, príncipes y mendigos, visones y harapos" (pág. 188).
   La cita representa la visión del vencedor, de los Gamazo, es decir, de aquellos que deben disimular cuánto se están beneficiando (ellos, sus clanes y su clase) de una situación injusta como lo fue el marco social, legal y político de la posguerra, para identificarse con una mayoría ideal que, en realidad, no era más que una aspiración de bienestar. Su pecado se diluye cuando se disfraza de mérito propio ante las esperanzas de los de abajo. Como ellos también aspiran a ese nivel de vida, la culpa acabará alcanzando a todos. Y la única forma admitida públicamente para la remisión de semejante falta es el perdón total, colectivo, universal, que propician ciertos acontecimientos reveladores y milagrosos: la transición, las victorias deportivas.
   Reig nos pone en la tesitura de interpretar la última etapa de la historia de España (transición y democracia en los libros de texto) como la época en que una enorme bula hizo borrón y cuenta nueva con los privilegios y las injusticias del pasado, como si el cambio de sistema político supusiera formatear la memoria de todos los implicados. Pero también coloca en ese panorama a alguien que va contra corriente y no acepta el tratado de paz simplista que se firmó entonces.
Del que ganó la guerra al que ganó la paz

   De hecho, cada personaje es una interpretación de esa historia colectiva. Todos tienen una culpa que los persigue y una justificación, aunque los pecados de la sociedad estuvieran ya perdonados. Algunos, incluso, merecen una redención que abra las puertas a un futuro no ya mejor, sino simplemente digno. Ellos son la mejor creación de la novela, aunque pueden añadirse otros méritos que me obligarían a extenderme demasiado. Enumeraré los más destacados:
  • Una versión ficticia de la historia reciente de España que, sin alterar su significado global, ayuda desde la ironía a reflexionar sobre la situación actual y los caminos que han llevado a ella (la adhesión a la OTAN implicó una dependencia política de Estados Unidos y la adopción del inglés como lengua oficial, los problemas de abastecimiento de petróleo hizo que se construyeran inmensos canales, incluso atravesando Madrid...)
  • La mezcla de esta historia ficcional con la historia real y los referentes, personajes y escenarios concretos, sin abundar en detalles innecesarios, ya que son perfectamente reconocibles.
  • A este propósito corresponde la inclusión de textos reales, un contrapunto impagable tanto para los hechos como para su significado.
  • Y, como resultado de esta combinación, varios episodios delirantes, como la conversión general al catolicismo a partir de un mediático milagro de escalada y la celebración de la victoria en la Eurocopa.
   En la práctica lo que ha conseguido Reig es conjugar perfectamente lo satírico, lo simbólico y lo realista, lo individual y lo colectivo. Sin embargo, hay diferencias. Si la ironía del título reivindica la revisión del perdón colectivo posterior a la dictadura, tal vez las culpas individuales merezcan otro final.
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