viernes, 27 de mayo de 2011

Cosas que han cambiado

   Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, fue 14 de mayo de 2011. Parece que ha pasado poco tiempo pero no es verdad. Las dimensiones habituales y conocidas pueden alterarse, pero para ello tiene que pasar algo importante. ¿Qué ha ocurrido entonces? 
Acampada en Ronda. Cada vez mayor.
   El relato de los sucesos de estos últimos días es, por un lado, conocido y, por otro, tan complejo que no debe intentar ser reducido a crónicas periodísticas. Una parte aparece en entradas de este mismo blog y de otros recomendados en los enlaces. Sin embargo, me parece más interesante hablar de cuáles son los logros inmediatos de este movimiento:
  • Reivindicar el espacio público, usarlo como el punto de encuentro natural de la sociedad, entre amigos o completos desconocidos. La plaza es nuestra.
  • Poner en cuestión el orden político, social y económico establecido.
  • Desacreditar el discurso del gobierno, los partidos políticos y los medios de comunicación de masas.
  • Rescatar el valor de lo colectivo por medio de la solidaridad, la colaboración, el debate, la discusión, el conocimiento.
  • Representar las inquietudes de una gran parte de la sociedad, que hasta ahora no las expresaba o lo hacía en círculos restringidos.
  • Propiciar el encuentro de todos los que sentían la necesidad de un cambio radical y los que aún no lo sabían y han tomado conciencia de ello.
  • Ofrecer una alternativa a la transmisión de la información habitual en los medios.
  • Promover formas de organización autónoma y autogestionada.
  • Desobedecer y resistir pacíficamente ante normas injustas.
   Así, en unos pocos días ha quedado claro que el modelo actual de funcionamiento de la política, la economía, la justicia o los medios de información y comunicación está obsoleto. Pertenece a otro tiempo anterior, a ese lejano 14 de mayo en el que nadie sabía exactamente cuántos conspirábamos para salir a la calle al día siguiente.
   Se irán materializando las propuestas y habrá mucho más que contar. Esto es solo un principio, pero no hay posibilidad de vuelta atrás.
   Esta revolución incipiente es verdaderamente popular. Está hecha por gente, es difundida por gente y está en la calle. Imprescindible abrir los ojos, la boca y las orejas. Quien se duerma se lo habrá perdido.

viernes, 20 de mayo de 2011

Indignación provoca desconcierto

   Escucho los anacrónicos anuncios de los últimos actos de campaña electoral. Pasan coches pitando e intentando aprovechar las últimas horas para comprar voluntades con cervezas y regalitos en una fiesta de despedida que se paga con la subvención que reciben de la administración. Evidentemente, aún no se han enterado de nada, pero empiezan a dar ciertos atisbos de miedo porque ven que meses de trabajo burocrático han sido desmantelados en una semana, que nadie escucha ya sus vaguedades y su lenguaje vacío. 
   Están desconcertados, así que empiezan a hacerse los simpáticos con el mismo método de siempre, ya que la originalidad no es su fuerte, igual que el adaptarse a los tiempos. Intentan que los que toman estos días la calle se olviden de lo que acaba de pasar y engatusarlos con nuevas promesas para el trimestre que viene. Nadie los cree y no parece que se vayan a dar cuenta de eso. 
   Sin embargo, ya no va a ser como antes. La difusión inmediata de los comentarios y publicaciones de cualquier persona en la red, sobre todo cuando están interconectadas (y en estos días esa conexión ha aumentado en una proporción impresionante), puede tumbar sus decisiones en minutos, como la de la Junta Electoral. Eso sí, desacreditar el discurso de los partidos mayoritarios durante la campaña ha sido un primer paso, pero solo un primer paso.
   Las instituciones en general, y sobre todo los partidos políticos, tendrán que tomar conciencia de que están siendo supervisados por los ciudadanos y, además, por ciudadanos responsables e inteligentes a quienes han subestimado, que tienen un sentido muy alto de la justicia y lo público. Reconocer eso les va a costar tanto que quizá nunca lo consigan.
   A partir del lunes quizá descubran que para sobrevivir deben autodestruirse. Estaría bien que tomaran ejemplo, tanto ellos como los sindicatos muermos de UGT y CCOO (que tanto han defraudado a los trabajadores en los últimos años) de la organización asamblearia, autogestionada y organizada de forma colaborativa de quienes protestamos. El dinero y la jerarquía no son imprescindibles. Ya es un buen principio. Los escandalizará.


martes, 17 de mayo de 2011

Hasta aquí hemos llegado

"Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará."
"Movimiento es el paso de la potencia al acto." 

Aristóteles
   Ayer me acercaba a la manifestación convocada en Sevilla por Democracia real ¡ya! con el temor de que los gobernantes y los medios masivos hubieran ganado de nuevo. En días anteriores apenas una nota en Público y una pequeña charla en el programa de radio Asuntos propios confirmaban que algo se estaba preparando. Más allá de eso, y teniendo en cuenta que vivo a más de 100 km. de cualquier capital, no había ninguna señal de que aquello podría resultar, solo un buen número de mensajes, enlaces y fotografías intercambiadas en diferentes herramientas de la web. 
   Un rato después, y sobre todo hoy, está claro que esta vez no han ganado. Y no es cuestión de números, sino de méritos: sin insignias, banderas, siglas, autobuses, publicidad ni cobertura mediática miles de desconocidos dieron por juntarse en la mayor protesta de los últimos años en una España que parecía dormida. La mejor prueba de lo que se ha conseguido es la incapacidad de reacción de aquellos que no se quisieron dar por enterados de lo que pasaba: las patéticas palabras de los políticos del PPSOE al ser preguntados esta mañana, los distintos medios de comunicación quejándose de que no sabían nada después de haber guardado en el cajón los comunicados anteriores, los medios de ultraderecha invocando viejos estribillos sobre los peligros de los manifestantes porque ¡se reúnen en asambleas!
   José Blanco, incluso, se ha permitido llamar "pasivos" a los que nos manifestamos porque no les vamos a votar. Y algunos ya habían hablado de un "movimiento apolítico". Nada más lejos. Lo que ocurre es que el pueblo reclama una política real, en la que las decisiones correspondan al colectivo, donde haya mecanismos de participación directa y los cargos políticos no puedan decidir contra su voluntad.
   No hay nada apolítico ahí, sino una crítica a la inutilidad y la perversión de la política tal y como está siendo dirigida ahora. No hay un movimiento apolítico porque no puede serlo. Cada voto, aunque sea nulo, cada abstención, cada acto público, incluso cada acto de consumo, son política. Cada palabra que se dice o se calla es pura política.

   Aquí todo lo ha hecho la gente. Sola. Y da miedo (les da miedo) porque si la gente pretende hacer algo al margen de los cauces establecidos no se puede controlar (con los medios establecidos). Es decir, con las instituciones, los sermones, las recetas, los discursos, los partidos, los recibos que ahora mismo han demostrado ser útiles solo para los poderosos, los inmensamente ricos y las grandes empresas sin los que el mundo, o de eso creían habernos convencido, no funcionaría.
   Era un hecho demasiado evidente que durante los últimos años el sistema económico, político y social que nos gobierna se ha quitado el disfraz para mostrarse más directamente, en toda su injusticia. Debe haber pobres, muchos pobres, para que sobreviva y mantenga a sus responsables.
   Ellos contaban con tirar de la cuerda hasta que no diera más de sí, forzar sus beneficios apretando la tuerca un poco más. Muy bien, pues hasta aquí hemos llegado.

martes, 10 de mayo de 2011

Casi, pero no

   "No concibo mi vida más que como un encadenamiento de muertes sucesivas. Arrastro tras de mí los cadáveres de todas mis ilusiones, de todas mis vocaciones perdidas. Un abogado inconcluso, un profesor sin cátedra, un periodista mudo, un bohemio mediocre, un impresor oscuro y, casi, un escritor fracasado" (1978)
   ¿Hay este "casi" una secreta consciencia del valor de una obra que nadie pudo leer entonces? He ido dosificando la lectura de los diarios de Julio Ramón Ribeyro, publicados con el título coincidente de La tentación del fracaso, durante los últimos seis meses, pero en algún momento tenía que llegar al final. No recuerdo dónde había leído que este era un libro excepcional, pero sí que me sedujo la idea de leerlo hace ya años. A pesar de que nunca había leído un diario personal y de que los subgéneros autobiográficos nunca me han atraído.
  La experiencia, sin embargo, es inmejorable. Se trata de la "historia" de las dificultades que conlleva vivir, lo que en su caso se identifica con las dificultades para escribir, de las cuales Ribeyro ha acabado representando un paradigma: un tipo desordenado, enclenque, enfermo crónico, funcionario tardío, sin blanca y sin glamour que nunca llegó a la primera división de la literatura a pesar de haber escrito páginas imprescindibles. En su transcurso, aparecen observaciones y reflexiones muy agudas sobre estos dos temas: la literatura, siempre entendida como una opción de vida, y la vida, siempre atendida desde un punto de vista moral, pero con un propósito que nunca llega a realizarse y, por tanto, contradice su propio sentido. 

   El mecanismo del libro es sencillísimo, pero reúne varias obras en su interior: el proceso de amores de un treintañero adolescente, la novela de formación de un escritor, un relato sobre las penurias económicas y la emigración, la crónica de una enfermedad y de un par de vicios y el testimonio imprescindible de un secundario de la época del boom latinoamericano. El diario, que abarca de forma intermitente anotaciones separadas por casi treinta años, va transformándose con el paso del tiempo, de tal forma que en su segunda mitad, a partir del año 65, lo anecdótico y lo reflexivo van entrelazándose hasta dar con una manera insustituible de decir, que se va perfeccionando de forma casi imperceptible hasta para el propio autor. En ese proceso su escritura cada vez asombra e impresiona más, pues su visión de la propia vida no es nada condescendiente ni vanidosa, acercándose, sin saberlo, a su propio ideal de literatura, pues afirma que "una experiencia personal de la realidad, aquello de intrasferible y de único, es lo que da valor a un libro" (pág.448.)
   Ese valor es algo que nunca pensé encontrar fuera de la ficción (aunque fuera la de la poesía) y menos en una historia verdaderamente íntima, pues la materia del diario no va más allá. Él mismo reconoce que apenas hay hechos externos de importancia, sino que todo el texto está en función de detalles nimios y revela la pura necesidad de explicar lo que siente.
   En este sentido, en el texto hay momentos duros y hasta crueles y un sentimiento impresionante de culpa ante La Obra que nunca llega, pero predomina una sencillez encantadora. Eso sí, las curiosidades filológicas habrá que buscarlas en otros, pues esta es una obra mayor y su lectura debe dedicarse a tareas más importantes.

   Os dejo con algunos fragmentos que no me puedo resistir a copiar y que espero que sirvan para demostrar que su genialidad no se queda en un título espléndido:

Guardamos todos un libro, tal vez, un gran libro, pero que en el tumulto de nuestra vida interior rara vez emerge o tan rápidamente que no tenemos tiempo de arponearlo.
El tiempo, las lecturas, lejos de traerme certezas me han sembrado de dudas.
Seres imperfectos viviendo en un futuro imperfecto, estamos condenados a encontrar solo migajas de felicidad.
Una novela no es como una flor que crece sino como un ciprés que se talla.
Si alguien quiere honrarme cuando desaparezca que me lea o me comente. Nada de flores o discursos delante de lo que no existe.
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