lunes, 28 de mayo de 2012

Policías y Periodistas (que nunca estuvieron allí)

TIROS Y OTRAS BARBARIDADES

   El simple hecho de que un policía municipal haga uso de su arma, apuntando a varias personas y disparando al aire en una calle de escasos tres metros de ancho es más que alarmante. La acción tiene su origen en el intento de detención de alguien que estaba vendiendo en la calle sin permiso, tal y como ocurre en multitud de lugares, mercados y mercadillos sobre todo. Evidentemente no parece justo ni proporcionado (palabra muy importante en el reglamento policial) que agentes de paisano persigan denodadamente a esa persona, la fuercen y la apresen, ni menos aún que ante la protesta de quien parece un conocido suyo y otros compañeros los amenacen y apunten por mucho que uno de ellos, uno solo, llegue a golpear al policía con una zapatilla. Como he dicho, es espeluznante y terrible. Pero no quiero quedarme ahí.
   En Lavapiés especialmente, pero en todo el centro de Madrid, las policías (municipal y nacional) llevan años aumentando progresivamente el acoso a sus habitantes mediante desalojos de lugares públicos, redadas racistas o detenciones y controles absolutamente arbitrarios. Está claro que para ellos el centro de Madrid es una plaza fuerte que hay que defender, un símbolo que conquistar a las malas gentes: vecinos, asociaciones, colectivos culturales, inmigrantes que "parecen" ilegales porque son negros o asiáticos o...
   Muchas de sus tácticas son francamente ilegales, pero en todas sus acciones hay una coincidencia fatal: su versión de los hechos, la de sus atestados e informes, llega sin filtro alguno a la mayoría de medios masivos de comunicación, sobre todo portales de noticias y periódicos, tanto digitales como tradicionales, que los publican sin contrastar. A esto se suman, para colmo, las denuncias por agresiones a los propios detenidos y las mentiras flagrantes sobre las causas de su detención, que son las únicas valoradas por los jueces, pues tienen presunción de veracidad.

EL CONTUBERNIO

   Se impone, pues, analizar cuál es la verdadera postura de los medios cuando se producen este tipo de hechos en los que se ve implicada la "fuerza del orden", ya que un buen ejercicio del periodismo se basa en la objetividad a la hora de relatar, el contraste de las fuentes, la investigación de campo... Y precisamente en estos casos de detenciones, identificaciones, manifestaciones, cargas y controles el buen periodismo brilla por su ausencia.
   Y ¿por qué será? Puede servirnos para ello el análisis, muy agudo, que hace Ignacio Ramonet de la agonía del periodismo en estos últimos años (La explosión del periodismo; Clave intelectual, 2011). Resulta que uno de los rasgos del periodismo actual es su falta de crítica al poder, ya que está "en permanente complicidad y consanguinidad con la clase política". El periodismo se ha hecho ritual, previsible e inofensivo y es recompensado por ello. Ha perdido la capacidad de convertirse en un contrapoder. Además, entran en el contubernio lo que él llama las tres P: policía, políticos y periodistas. ¿Una consecuencia? Censura con apariencia democrática (pág. 54). ¿Otra consecuencia? Esas prácticas están haciendo que su credibilidad se hunda, ya que los ciudadanos descubren su pervertido método gracias a otros medios de comunicación menores o alternativos o incluso por mensajes de gente conocida (incluyo una entrevista a Ramonet en el siguiente enlace, a partir del minuto 12 aproximadamente).


 
NUNCA ESTUVIERON ALLÍ

   Pero volvamos ahora al espeluznante caso que nos ocupa, la noticia del mediodía del domingo 27 de mayo. ¿Cómo han reflejado los medios un hecho tan grave e insólito?
   El propio buscador Google de noticias te advierte al realizar la búsqueda que hay varios artículos pero que no merece la pena leerlos porque se parecen demasiado. Aunque, si quieres, pulsas y te los lista todos. La búsqueda daba ayer 12 resultados y hoy, 52, pero mañana serán más. ¿Qué ocurre entonces? Pues que hay muchos medios, sí, muchas maneras de acceder a una misma información. Esta abunda, pero repetida hasta la saciedad. Es lo que Ramonet conoce como "información contaminada" (págs.66-68).
   Y claro, las noticias se parecen porque ningún periodista estuvo allí ni puede contarlo, así que los medios usan todos una misma versión procedente de una agencia, EFE en este caso. Pero ¿de dónde sale la versión de EFE? Pues de "fuentes municipales", es decir, del atestado o informe que los policías elaboraron. De ahí que aparezcan clonadas las noticias de La Razón, El Correo y un largo etcétera. En todas ellas se mencionaba que había un detenido y que los agentes habían sido agredidos.
    Hasta aquí nada extraño, pues los medios suelen publicar como ciertas todas estas transcripciones de los atestados o comunicados de la policía. Nada raro, salvo que El País publicó que fue la Asamblea Popular del barrio la que protestó y agredió a los policías, noticia que ya no aparece obtenida de EFE sino firmada por FJB. Podría suponerse que este medio era el único que cubrió verdaderamente la noticia y obtuvo la información de manera directa. Podríamos pensarlo, hasta que lo contrastamos con las imágenes de la realidad, obtenidas por ABC, de las que deducimos que, evidentemente, FJB no estaba allí:




   Gracias a este vídeo podemos tener una noticia exacta de lo ocurrido, ver la reacción de la persona que intenta agredir al policía porque pierde los nervios o está desesperada y comprobar la presencia de unas cuatro o cinco personas más que los insultan y otro par que pasaban por allí. También se ve cómo el mayor peligro para la policía habría sido llegar a recibir un golpe y la desproporción y nerviosismo con que actuaron.
   Pues bien, aun así las noticias que se pueden leer ahora sobre el suceso intentan desmentir a las imágenes. En La Razón hablan de "decenas de personas de rasgos subsaharianos" que "llegaron en segundos como salidos de debajo de las piedras" (temblad, ciudadanos, son hordas negras), palabras que me abstengo de comentar pues se califican por sí solas.
   En Libertad Digital o Madrid diario se miente descaradamente sobre el vídeo y se habla también de "decenas de personas", así como en El Mundo, que lo relaciona con la ocasión del verano pasado en que los vecinos consiguieron, ocupando la calle, que una redada racista se suspendiera (algo que, evidentemente, no tiene relación alguna), como también hace 20 minutos. Mientras, algún otro intenta elaborar una redacción más detallada y menos servilista, aunque no cita el vídeo del que extrae la foto.
   E incluso después de todo esto, el caso más grave y llamativo sigue siendo el de El País, que publicaba así la noticia firmada por FJB (el hombre que nunca estuvo allí, recordemos):
https://twitter.com/ffynnongarw/status/206865121547526144/photo/1/large
   Vamos, que como ha aparecido en algunos blogs y pequeños medios horas después, el periodista se inventa una agresión de los miembros de la Asamblea Popular del barrio, datos que añade al mismo informe que reproducen sus colegas. Una vez publicado el vídeo en ABC, el hombre que nunca estuvo allí no tuvo más remedio que rectificarla y citar esta nueva fuente. Y ¿a qué se debe esta maniobra? ¿Por qué no conformarse como los demás con publicar sin contrastar la versión policial? ¿Afán de protagonismo? ¿De ganar la mano a los otros? Tal vez sea el exceso de celo de defensor convencido de la ley y el orden, como lo demuestra el hecho de que la policía lo condecorara recientemente por su trabajo al difundir sus actuaciones. Sí, el mismo FJB, Francisco Javier Barroso, el hombre que nunca estuvo en el lugar donde sucedieron las noticias que redacta. ¿No es sospechoso?

NO BASTA

   Sé que he sido prolijo, pero creo que esta vez era necesario para partir de un punto de vista suficientemente documentado. En cualquier caso, debe agradecerse, y mucho, el valor de la persona autora del vídeo difundido, única prueba de lo que realmente ocurrió (ya que cualquier otro testimonio sería desestimado). Es también reflejo de un importante cambio en la información que menciona Ramonet en su ensayo: donde no llega el periodismo tradicional por su cerrazón o incompetencia, su puesto es reemplazado por informantes espontáneos. En los últimos años su papel está haciéndose imprescindible, como el de los medios que sí están realizando la cobertura de hechos de este tipo. 
   Sin embargo, la gravedad de situaciones como esta es imagen de un sistema corrupto e inmoral contra el que no basta que un día, por casualidad, suerte o audacia, pueda desmontarse el entramado de mentiras a partir de un vídeo o una foto que alguien pueda enviar o colgar en la red. Porque ¿pueden consentirse la publicación continua de información no contrastada, la manipulación racista, la imprecisión, la arbitrariedad? ¿Pueden no sentir vergüenza los autores de semejantes despropósitos? ¿Pueden seguir ejerciendo esta profesión? Y los policías, ¿serán sancionados o juzgados por sus mentiras? Y si lo son ¿serán indultados?

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