martes, 13 de noviembre de 2012

No contéis conmigo

Aviso: mañana no contéis conmigo. No iré al trabajo, no daré mis clases y, por supuesto, no quedaré como un estúpido poniendo películas al tuntún a un grupo pequeñísimo de niños a los que sus padres han obligado a ir y que apenas se enteraron de qué pasaba en la calle vacía. No caeré tan bajo por 80 euros. Cualquier día los quemo. Y santas pascuas.
Pero no me quedaré en casa preparando material, corrigiendo o descansando. Hasta dejaré sin funcionar los cursos del aula virtual. Prohibido estudiar.
Perderé un dinero que nunca llegué a ganar y no me quejaré como los fariseos que se hacen los ofendidos cuando cobran como mínimo 1600 euros. Qué lejos están de la realidad a pesar de estar tratando cada día con chavales. No me puedo imaginar entonces a aquellos grandes capitalistas en sus torres de marfil o en sus hoteles de lujo en el desierto.
No cobraré porque dedicaré el día a otras cosas, principalmente a una: a hacer más fácil la huelga de los demás. Adiós a la tele y a la radio y al súper y a la panadería y a la gasolinera y al estanco y a las tiendas... Los cajeros automáticos y los autobuses pueden esperarme en vano. Igual los camareros. Son muy amables pero ya los veré otro día. El vino no se acaba fácilmente.
Puede que parezca niñería o patochada, pero aún me anima saber que se puede parar y ralentizar la maquinaria perfecta de este reloj universal a punto de estallar.
Les jode. También lo sé, aunque tal vez no tanto como debería si entendieran la verdadera magnitud que supone un quinto, un cuarto o un tercio de los trabajadores que dejan de hacer aquello por lo que les pagan, que suspenden al menos una de las funciones de la farsa.
Será nostálgico pero aún me parece hermoso: dejar de hacer aquello por lo que te pagan. Ahí se queda sin hacer, sin colocar, sin conectar.
Sé también que un día es poco, que si fueran más el asunto cambiaría. No me conformo, pero al menos este día no contéis conmigo. Si os atrevéis, llamad a los tibios. Si no los reconocéis, Pepe Hierro os los señala:
LOS TIBIOS
Lo teníais todo: las almas
Sin dolor, la vida apacible.
Alrededor, los huracanes
Os sabían inconmovibles.
Como torres, os levantabais.
Como chopos de hondas raíces,
Como viejas sabidurías
Que iluminaban los confines.
Aves fuertes de altanería.
Aguiluchos de vuelo firme.
Os despegasteis de la tierra,
Volasteis por los cielos grises.
No llorasteis con los que lloran,
Ni cantasteis con los que cantan,
Ni reísteis con los que ríen.
Nos dejasteis, de cara al cielo,
Frente al signo de lo imposible. [...]

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