miércoles, 26 de septiembre de 2012

Las cartas sobre la mesa

   La manifestación que tuvo lugar ayer en el centro de Madrid y la represión policial que quiso dispersarla han vuelto a hacer evidentes cuáles son las circunstancias en que vivimos. Han vuelto, digo, porque ayer realmente no pasó nada nuevo ni averiguamos nada que no conciéramos, salvo el nivel de violencia que el poder está dispuesto a emplear. Visibles, digo, porque las imágenes han llegado a muchos más que las palabras que tanto leemos y escribimos. Para bien y para mal. Así que creo que es buen momento para poner en claro cuál es la situación. Así todos sabrán a qué atenerse y nadie podrá llamarse a engaño.
   Por si alguien lo dudaba, la policía se encargó de recordar que puede atizar aún más porrazos de los que daba e ir mucho más allá de la "fuerza mínima necesaria" del reglamento. Su actuación fue desmedida y escandalosa pero, y esto creo que es importante, sin ningún pudor. Ya admiten que no se identifican aunque sea ilegal, que utilizan infiltrados para provocar actos violentos que excusen las cargas y que pegan porque es jodido que te insulten. Es decir, que vale atizar por la espalda y en el suelo, identificar arbitrariamente, hacer la vida imposible a los periodistas, disparar (balas de goma, de momento) a discreción incluso en una estación de tren, acusar en falso y de delitos muy graves (sedición, traición, conspiración, desacato...) a gente que simplemente se reúne en la calle. Buena muestra de ello hay en los vídeos que se han subido a la red.
   Si lo hacen es porque se lo indican y/o se lo permiten sus jefes, que ahora se jactan, sin rubor ninguno, de que es así como se actúa contra quienes atacan el sistema, aunque su ataque sea de consignas y pancartas. Jefes que tienen una consigna muy clara: amedrentar a quienes pretendan saltarse tanta norma injusta ocupando solares vacíos o que nunca se venderán, reuniéndose en la calle para hacer política, molestando en los controles racistas. Están dejando claro que molestan porque temen que el movimiento social se amplíe, aunque (y esta parece también una consigna muy clara) ejercen una presión brutal sobre Madrid, apenas en las provincias.
   También se acabó el disimulo del gobierno y los cargos políticos, que presumen de actuar según el deber supremo que les marca un ser superior (a veces UE, FMI, BCE, BM y cuantas siglas se quieran). Así que no tienen más remedio que hacer lo que hacen aunque no sepan para qué o vislumbren que aun así no van a mejorar nada. Hasta reconocen lo injusto de sus leyes, las vigentes y las por venir, mientras repiten como un mantra Y si no te gusta, vota dentro de unos años a los otros para que hagan lo mismo. No hace falta argumentar cuánto se parece al Antiguo Régimen.
   Por supuesto, este despotismo implica que las reivindicaciones de cualquier manifestación, protesta o huelga nunca van a ser atendidas, pues cualquier modificación del sistema desde fuera del sistema es considerada un ataque a la democracia. Ni las dos últimas huelgas indefinidas (la minería en ámbito estatal y la educación en Madrid) han conseguido que los gobiernos correspondientes se retracten. Solo ellos, los altos dignatarios de los partidos, reunidos con los grandes empresarios, pueden hacerlo. Eso sí, bajo la premisa de no tocar la estructura de reparto y acumulación del capital.
   Hablando de manifestaciones, hay que reconocer que sigue teniendo un gran valor que grupos pequeños nacidos del 15M sean capaces de convocar a miles de personas sin medios ni carteles ni banderas ni ninguna parafernalia de la que hacen gala partidos y sindicatos subvencionados. Llevan muchos meses trabajando en la calle al margen de cualquier institución u organismo, comiéndose la cabeza y organizando la base de una sociedad que no existía. Aunque sepan que nunca será suficiente y sigan sufriendo desalojos, detenciones y la manipulación de los medios de comunicación. El desencanto los acecha constantemente, pero siguen.
Policías guardando un congreso que nunca fue asaltado. Más fotos aquí.
   Porque, de todas formas, uno de los grandes misterios del prominente estado llamado España es cómo es posible que con los niveles de paro y empobrecimiento actuales no se produzca un movimiento verdaderamente masivo, de millones, que pueda forzar un cambio. Es duro admitirlo, pero la última (o más bien la única) vez que ocurrió algo así fue en 1931. Los estamentos de poder lo tuvieron que solventar con una guerra, pero desde entonces... Desde entonces, nada. Se marchó contra la OTAN y llegó, contra la guerra de Irak y se hizo, contra la reconversión y...
   Tampoco es fácil de entender que la clase low cost (antes conocida como "media") aún no se haya dado cuenta de que el país está arruinado definitivamente y que la deuda de un estado o la pagan ellos o no la paga nadie (opción que aterroriza a los titiriteros del tinglado mundial). No hace falta ser economista para darse cuenta de que si el estado va a gastarse el año que viene 38000 millones de euros para pagar la deuda y sigue pidiendo prestado o rescatado la bola de nieve no va a hacer más que crecer. Que nadie piense que esto se acabará, pues los especuladores ya no pueden negociar con otra cosa que no sea la propia deuda. Siempre fue un círculo vicioso que nadie en el poder se atreve a romper. Van a hinchar el globo hasta que explote otra vez y así sucesivamente...
   Porque el capitalismo ha dejado de disfrazarse. O qué pensaban ¿que alguna vez intentó ser justo, equitativo...? ¡Paparruchas! Quien lo dude puede consultar alguno de los blogs sobre economía de la columna derecha.
   No quiero extenderme más. El desastre es más que evidente y tiene inmensas proporciones. Afecta a los derechos ciudadanos, los servicios públicos, el reparto de la riqueza, la libertad de expresión... Cada uno ha de saber, pues, dónde situarse. Puede decidir seguirle el juego a los propietarios del capital y sus representantes políticos. O no.
   En este sentido, el pliego de condiciones de las manifestaciones de ayer me parece lo suficientemente escueto y contundente: dimisión, convocatoria de elecciones constituyentes y auditoría de la deuda. A estas alturas no se puede pedir menos. Esa es la baza que merece jugarse.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Jugársela o...

"Nadie es tan esclavo como quien se cree libre sin serlo", 
 J. W. Göethe

   "Que se lixe a troika, queremos as nossas vidas" (a la mierda la troika, queremos nuestras vidas) fue el lema de las movilizaciones de ayer en Portugal. Claro que es mucho más políticamente incorrecto de lo que se podría esperar en este país tan aborregado. ¿Por qué? Probablemente porque los portugueses acaban de comprender a quién se enfrentan; ya han apuntado al enemigo, como pasó en Grecia. 

Basta de roubar o povo!
     Por el contrario en España aún no se tiene claro. No hay más que comparar aquel con el lema de la manifestación de Madrid: "¡Vamos! Quieren arruinar el país. ¡Hay que impedirlo!". Más allá de la odiosa sintaxis de este segundo, la diferente intención de los convocantes y de la mayoría de los participantes en cada una resulta patente: mientras el portugués se dirige a quienes controlan efectivamente su economía y, en consecuencia, gobiernan injusta e ilegítimamente, el de los sindicatos timoratos de España parece sacado de un libro de autoayuda. Lo mismo se puede decir de la única reivindicación: que el gobierno convoque un referéndum ¡para que se voten las leyes que ellos mismos han aprobado ya con su mayoría en el congreso! ¿De verdad puede haber un mayor disparate? Además de que el referéndum en cuestión nunca se daría, ¿no es una forma pacata de legitimar a la aristocracia política?
   El resultado de la manifestación, aunque sin carga policial, se acercó mucho al de la que apoyó la huelga de la minería el 11 de julio: envío de autobuses más o menos subvencionados, gritos y discursos protocolarios, mercadotecnia sindical y puntualidad británica a la hora de disolverse, de tal forma que quienes se unieron a la protesta en el llamado "bloque antideuda" (asambleas de barrio, sindicatos no subvencionados y otros colectivos) asistieron, otra vez perplejos, a un verdadero paripé de protesta, como refleja Enrique Flores en sus anotaciones.
   La verdad es que hace un año no parecía tan difícil de asumir una explicación coherente de la situación que provocara una verdadera movilización masiva y, al menos, pusiera en dificultades al gobierno, la UE y su maraña de instituciones y la clase alta. Podía suponerse que a estas alturas estaba claro que los partidos políticos mayoritarios estarían completamente deslegitimados, al igual que los sindicatos que no defendieron a los trabajadores; que la gente comprendería que no había que seguirles el juego a los poderosos, que el sistema capitalista había fracasado estrepitosamente y que, para solucionarlo, había que darle a todo una vuelta como de calcetín.
   Pero, sin embargo, no está pasando nada, como recordé en una entrada anterior: el gobierno cada vez toma medidas más injustas a favor de los dueños del capital y la inexistente clase media es más low cost que nunca y aún suspira "virgencita, virgencita...". El único acto de rebeldía ha sido comprar menos porque... no se puede, mientras el ensayo de sociedad que quería tender a la igualdad, la justicia, etc., se va deshaciendo como la capa de hielo del océano ártico.
   No quiero decir que nadie esté haciendo nada, solo que son pocos, muy pocos quienes verdaderamente están dando guerra a los dirigentes del desastre: hay unos miles de personas en un país de 45 millones que han propuesto movilizaciones mucho más reivindicativas y exigentes (las acampadas, manifestaciones no autorizadas, la próxima iniciativa de "Rodea el Congreso"...), han denunciado controles policiales, impedido desahucios...
   Lo suyo les cuesta, pues ha habido cientos de detenciones y miles de identificaciones y multas desde la primavera pasada, las últimas el sábado y precisamente bajo la consigna de eliminar cualquier referencia a la movilización del 25S, que es la que verdaderamente preocupa a los poderosos y su policía (incluso han identificado a los participantes en la asamblea que la organiza como posibles conspiradores sediciosos). Se la están jugando y, sin embargo, nadie parece entenderlo, tal es la falta de solidaridad.
   Y, de forma muy valiente, unos profesores madrileños se han atrevido a convocar una huelga indefinida sin el apoyo de la corte sindical (UGT, CCOO, STEM, ANPE, etc.) porque saben que con sus métodos no se consigue nada. Hoy no van a empezar el curso en secundaria. Y si estos profesores fueran suficientes, el caos y la presión serían tales que la Comunidad de Madrid tendría obligatoriamente que reconsiderar la situación y retroceder en sus propósitos.
   Este es el ejemplo. O nos la jugamos de alguna manera o puede darse todo por perdido. Lo siento si duele, pero veo mucha más gente resignada que rebelde y muy poca conciencia de la gravedad de lo que está sucediendo. 
   Ojalá las próximas movilizaciones funcionen, reúnan a tantos como para que el resto se replantee su actitud y sirvan de ayuda a otras por venir. Ojalá la huelga que empieza hoy, aunque ignorada por los medios, empiece a cambiar mentalidades asustadas. Ojalá no se recuerden estos años por la desaparición de la solidaridad y la capa de hielo del Ártico. Ojalá, porque no tengo nada claro que escribir esto sea hacer verdaderamente lo que es necesario.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El profesorado, la base del éxito

Ya es septiembre, ya empieza el curso y unos 4500 profesores interinos que trabajamos en Andalucía hemos ido a inscribirnos a las listas del paro. Incluso interinos con muchos años de experiencia, los que creían que nunca llegaría este momento porque el número de alumnos en Andalucía crece año tras año, ya forman parte del número de parados del mes de agosto.
La adjudicación de destinos que se publicó este verano fue un jarro de agua fría. Dejó claro, incluso a los más incrédulos, que la Junta iba a poner en marcha los recortes en educación sin rechistar lo más mínimo. Y eso que después de que formaran gobierno PSOE-IU muchos pensaban que los despidos masivos de interinos no iban a llegar a Andalucía. Y no era para menos, ya que a ambos partidos se les llenaba la boca hablando de la educación de calidad, del aumento de las plantillas, defendían la figura del profesor como pilar fundamental del sistema educativo...


Y a todo esto ¿qué dice IU? Pues a pesar de que en otras comunidades planta cara al recorte de plantillas en educación e incluso apoya la huelga indefinida del próximo septiembre en Madrid, en Andalucía no dice nada. El único requisito que impuso a su socio de gobierno fue la comisión de los ERE pero, ahora, que tarden dos semanas en cubrir una baja y que los niños estén sin profesor, que despida a miles de interinos o que un profesor de francés tenga que enseñar lengua parece que no les importa demasiado. Aunque ellos defendían todo lo contrario antes de las elecciones.

Y parece ser que Rajoy no es el único que no cumple con su programa electoral. Aquí nadie cumple con su programa electoral. Rajoy dice que es culpa de la realidad y Mar Moreno, la consejera de educación, le echa la culpa al gobierno central. El caso es que todos mienten menos en una cosa: los profesores sí somos la base para que el sistema educativo triunfe. Ni los ordenadores, ni las pizarras digitales, ni los libros van a poder sustituir nunca nuestro trabajo.
Este año en Madrid quieren empezar el curso con una huelga indefinida en educación. La experiencia del año anterior les ha hecho ver que esta es la única forma de hacerse oír. Espero que la huelga tenga éxito y que sirva de esperanza para los que acabamos de empezar la lucha.

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