lunes, 19 de enero de 2015

Bajo el ruido de los disparos

La vida paga sus cuentas con tu sangre
y tú sigues creyendo que eres un ruiseñor.

Roque Dalton

1

   Estas dos últimas semanas las hemos pasado en los medios mainstream, telediarios, radios y periódicos de toda la vida, oyendo hablar de Charlie Hebdo por aquí y por allá como si sus redactores fueran, en términos quijotescos, adalides y campeones de la libertad y los valores "occidentales". Pero cuídate de quien te halaga, sobre todo después de haberte despreciado durante tanto tiempo. Vergüenza dan tantas y tantas alabanzas de quien nunca comprendió sus bromas ni compartió su forma crítica e inteligente de mirar la realidad. Acordaos de la zorra, el cuervo, etc.
   Sin embargo, como esos tipos de la revista francesa son dibujantes, artistillas, pero no tontos, les dio por decir, otra vez, incluso después de muertos, cosas bastante incómodas. Por supuesto, hasta para ellos mismos, como el título y la portada que ya todos conocéis. La ironía, siempre, tan cervantina ella, empieza por uno mismo. "Parece que no han aprendido", debieron pensar, en el fondo, los Hollande, Merkel, Obama, Cameron y, en definitiva, cuantos se tragan, difunden o fomentan el discurso oficial, que desprecia profundamente las virtudes de esta y otras publicaciones: inteligencia, crítica, irreverencia, libertad..., tan revolucionarias como inasumibles por el propio sistema que nos rige, que debe marginarlas para continuar.
   Mientras toda la élite europea está pensando en vengarse de los asesinos (y hechos no faltan para corroborarlo) estos infames dibujantes no quieren participar de semejante desatino irracional. Recordemos que si algo tiene de bueno la tradición republicana francesa es, desde Voltaire, la manía de pensar las cosas sin poner a dios, a cualquier dios, al principio, por medio o al final de dicho razonamiento. Sin embargo, hasta el mismo Papa, tan campechano, ha dejado ver que, en realidad, por mucho que quieran aparentar los gobiernos del mundo "libre" (risas), ninguno defendería a los cómicos si en vez de caricaturizar a Mahoma los hubieran asesinado por dibujar un cristo o un príncipe follando o a cualquier presidente degollando extranjeros. Pregunten si no a Pasolini, Scorsese o Saramago, blasfemos también con muy diferente resultado.




2

   Me molesta muchísimo esta actitud tan hipócrita, sobre todo porque en buena parte procede de quien se supone que debe analizar la realidad actual de forma crítica para que los miembros de una sociedad puedan pensar con libertad y juzgarla construyendo su propio criterio: los periodistas.  Esos mismos tan sorprendidos de que el mensaje de la portada más reciente de Charlie sea irónico y ambiguo, ofendidos por no tener claro qué decir, por no poder reproducir un comunicado, porque el propio dibujante asegurara sencillamente que interpretarla es el trabajo de cada lector (periodistas incluidos). Ellos son quienes primero deberían cuestionarse las actitudes y declaraciones de los poderosos.
   Cuando quienes se otorgan el derecho y el deber de la transmisión de información banalizan, prejuzgan, ocultan, simplifican, generalizan, son parciales o interesados pierden toda autoridad y carecen de sentido. Al desinformar se convierten en instrumentos de alienación. No es, por supuesto, nada nuevo. Lo que no impide que aumente la rabia de quien presencia cotidianamente tanta falsedad.
   Porque, en fin, el periodismo puede resultar tan mezquino como para vivir instalado en la hipocresía, alimentándonos de disparates supuestamente racionales que transmiten una imagen manipulada del mundo.

3

   No quiero llenar esta entrada de citas sobre la utilización simplista y partidaria de estos días de conceptos morales y religiosos como la libertad de expresión, la ofensa, la blasfemia, la justicia o el derecho ni de su postura acrítica sobre los hechos y declaraciones de los gobernantes. Cualquier noticiario, informativo o titular valdría. Comprobadlo.
   Pero hay mucho más. Acordaos, por ejemplo, de la "simpática" campaña del Secretariado Gitano sobre la estigmatización prejuiciosa de su pueblo. Algo que la mayoría de medios presentó como una trivialidad, sin extraer una pizca de autocrítica.
   Pensemos también en otros pueblos estigmatizados: los extranjeros, esos emigrantes por los que ningún titular siente empatía alguna mientras están vivos, tan amables cuando son compatriotas en paro volando a los cinco continentes, tan indeseables cuando asaltan vallas fronterizas, escupen ébola, se quejan cuando son recluidos por no tener la documentación en regla o trabajan en negro. Tanto han retorcido el significado de la palabra que inmigrante y delincuente resultan sinónimos para según qué redactor, como en la reciente noticia de la muerte de un policía en la estación de Embajadores, en Madrid, cuyo texto, claramente extraído del informe policial, es grotescamente desmentido por las imágenes.
   Pensemos en cómo cada palabra utilizada justifica el sistema económico, político y social en que vivimos, en cómo legitima las injusticias. La lista es interminable: rey, deuda, banco, trabajo, pensión, líder, elecciones, juzgar, terrorismo, policía, constitución...
   Trampas a la razón y robos al pensamiento que siguen ocurriendo continuamente. Palabra a palabra el periodismo de masas intenta corregir nuestro lenguaje para que la moral antidemocrática, patriota, xenófoba y capitalista nos cale.
   Afortunadamente, aún conocemos a gente (y seguro que son más de los que creemos) que dedica mucho tiempo a lo contrario, que rebusca a contracorriente en cada palabra y cada imagen un significado sobre el que poder pensar con libertad, sin condiciones. Como los redactores de Charlie Hebdo o como sus admiradores, estos insensatos viñetistas que montaron su propia revista hace unos meses porque no les dejaban dibujar ciertas cosas sobre el jefe del estado.




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