lunes, 21 de diciembre de 2015

Comedia negra

   Plácido. Atraco a las tres. Familia. ¡Ay, Carmela! El bosque animado. La comunidad. El verdugo. Luces de Bohemia. El Quijote. La Celestina. Miau. Todo Lope... La lista es interminable. Sea lo que sea la idiosincrasia peninsular, tiene aire de comedia amarga, de tragedia risible. Y, además, lo ha dicho Vilas
"Ha ganado el caos cómico de los españoles inteligentes.
Es decir, no ha ganado nadie.
Es la coña del pueblo español: ahora no vais a ganar ninguno".
   Vamos,  que ayer hubo elecciones y el resultado es tan tragicómico que solo puede tomarse con humor y solo puede salir mal, como, por otra parte, lleva pasando siempre. Hespaña es un país más realista que los demás porque sabe cuál es la mentira fundacional del sistema, entiende que toda la vida va a funcionar igual y se ríe de sí mismo.
   Que para ello sirvan el partido x, y o h, o incluso el recientemente creado Partido Mortadelista Filemonero Español, tanto da. No podemos ser ingenuos. Primero recordad qué bien siguen funcionando los filtros de representatividad:
  • No votan los extranjeros residentes en el país, legales o ilegales, por lo menos cuatro millones.
  • Se obstruye la votación de los emigrados.
  • No cuenta el número de abstenciones y votos nulos, algo más de una cuarta parte del total.
  • Se vota, si se hace, después de semanas o incluso de meses de bombardeo absurdo de consignas mentirosas, opiniones dirigidas y debates sin fondo. Esto mella la moral de cualquiera, claro.
  • Una vez encaminada la votación por los medios de comunicación y las instituciones oficiales, se pone en marcha el propio sistema electoral: la circunscripción provincial limita las posibilidades de terceros, cuartos o quintos puestos.
  • El reparto de escaños se hace por medio de la ley d'Hont para favorecer al primero, aunque sea por un voto, así que la proporcionalidad se hace escabrosa. Otro par de millones de votos o tres que no sirven para conseguir diputados, que quedan fuera en el reparto o no llegan al 3%.
  • Por supuesto, tu representante final (si la candidatura que votaste ha pasado los filtros anteriores) no tendrá ninguna obligación para contigo ni te consultará nunca nada de nuevo hasta su cese. Hará lo que le dé la gana o lo que le digan, que normalmente será lo mismoy apenas coincidirá con alguna cosa que aseguró que haría antes de votar. Haberte presentado tú, ¿no te jode?
  • Y, por último, ahí está el senado, la cámara aparentemente inútil, solo diseñada para casos como este, en el que un partido que queda primero por unos miles de votos es capaz de bloquear cualquier iniciativa de los demás. Y si no, atentos a los próximos meses.
  Demencial, ¿eh? Ya, pero no sorprendente, pues todos lo sabíamos. Nada de lamentos falsamente ingenuos ahora, por favor. ¡Vivan la democracia representativa y la monarquía constitucional! ¡Vivan la paradoja del estado y la ironía resabiada de los parlamentos! (Perdón, me estoy yendo...)
   Evidentemente, todas estas cuestiones morales, políticas o filosóficas importan un bledo a los dueños de todo, que harán bajar la bolsa y subir los intereses del préstamo ante la terrible incertidumbre.  Qué miedo, ¿verdad? Ellos ya saben que todo va a seguir prácticamente igual mientras dejan que los voceros de lo banal llenen páginas y páginas de tontas elucubraciones. 
   Sin embargo, el pueblo lo sabía. De forma inconsciente, como intuyen los niños tantas cosas. Y propició la parodia. Una parodia triste, desde luego, protagonizada por ridículos personajes caricaturizados hasta la saciedad (la viñeta es el subgénero periodístico nacional). Ya que de momento no va a llegar algo mejor, por lo menos riámonos un rato. No disimulemos, hagamos evidente el paripé. Que salgan los guiñoles y comience el espectáculo. Mientras seguimos a nuestras cosas. Mientras no pasa nada en el país esperpéntico; en la tierra donde los burros roban la zanahoria que los tienta para no tirar más de la noria. Estoicismo con retranca. Y al tajo.


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